Este 2014 fue un año loco, increíble
pero loco. Si me pongo a pensar todo lo que pasó, y lo cuento, hay cosas que
nadie las creería. Fue un año increíble, pasaron cosas que marcaron mi vida. Y
no me refiero al mundial, eso fue probablemente lo de menos.
Sé, y sabía
que estaba mal comparar, pero me era muy difícil no comparar este viaje al
anterior. El comienzo de Brasil no fue lo que esperaba en lo más mínimo. Nueva
Zelanda empezó con todo, todo era nuevo, todo era increíble, y lo “peor” fueron
los últimos meses. Acá Brasil empezó complicado. Durante los primeros meses
llevaba un diario, y todas las entradas coincidían con momentos bajos. Eran más
de descarga que otra cosa, estaba total y absolutamente confundido. No sabía qué
hacer con mi vida, no sabía que hacía en Brasil, el dinero que tenía no me iba
a alcanzar para sobrevivir a la copa del mundo, y encima todavía no había
cerrado, en lo personal, la etapa de NZ.
Por esto me refiero a que no había terminado de procesar todo lo que había
pasado y los cambios en mí. Tenía un estado de confusión total. No sabía si
seguir viajando, si volver a Buenos Aires, ni qué hacer con mi vida si en
definitiva hacía eso.
Pero todo eso era necesario, sólo
que muchas veces, uno no lo ve en el momento. Todo se ve mejor a la distancia,
con mejor panorama. Y si bien en todo ese momento todo era difícil y hubo que
remarla muchísimo, hoy al final del año veo que fue todo como tenía que ser.
Hay dos palabras que me llevo de
este año: crecimiento y aprendizaje. Sé que voy a pasar mi vida entera con
ellas, y eso es lo que quiero! No hay edad para ello. Nunca se es demasiado
viejo para crecer y aprender, así como la juventud no implica que aún nada se
haya aprendido. Yo puedo decir con toda seguridad que crecí más y aprendí más
de lo que lo hubiese hecho quedándome 10 años más en BA.
Lejos de casa no tenés esa
seguridad que te da el estar cerca de tu gente. Cualquier paso en falso puede
ser caída y golpe, no siempre tenés alguien que te agarre. Y aún ya caído, no
siempre tenés alguien que te de la mano para levantarte, pero a veces sí, a
pesar de la distancia. Fui conociendo gente, fui haciendo amigos. Fueron parte
de mi año, y sin duda lo serán el año próximo (y el siguiente, y el siguiente…).
Fue un año durante el cual, como
dije antes, hubo que remarla muchísimo. Tuve que trabajar de noche en un
trabajo que terminé odiando para poder pagarme una cama en un cuarto compartido
en un hostel, y comida. Viví un mes en ese lugar, sin dormir, ya que volvía de
trabajar a las 8 am, y al ser el cuarto compartido, siempre había alguien
entrando, saliendo, haciendo ruido. Me acostumbre a no dormir, o a dormir
algunas horas por día de forma interrumpida constantemente.
Es curioso como muchas cosas se
van dando. Yo llegué a Brasil sin planes, ni dinero, ni nada. Agarre mis pocas
pertenencias, las puse en un pañuelo rojo, até el pañuelo a un palo de escoba,
y me fui de la vecindad.
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En el Mirante Dona Marta con Rodri |
Rodri llegó a Rio también sin
planearlo, por seguir a alguien. Los dos caímos en el mismo hostel de
casualidad, con algunas semanas de diferencia. A dos casas de ese hostel, vivía
un tal Adam. Sin planearlo nos encontramos con un proyecto que causó una
sociedad, y no al revés. Fue una sociedad espontánea y no hubiera salido mejor
si la hubiéramos planeado.
No nos juntamos los tres y
planeamos crear algo juntos, apenas nos conocíamos. Apareció un proyecto, Adam
consideró que Rodri y yo eramos las personas indicadas para acompañarlo, y así
nos largamos. Una vez más dejamos todo, incluyendo los trabajos que teníamos y
nos la jugamos. Si bien nos conocíamos, no nos conocíamos tanto. Sólo hacía
unos pocos meses que nos habíamos visto por primera vez, y creo que ninguno
sabía que esperar del otro.
El universo nos juntó a base de
“casualidades” y nos dio algo tan hermoso como este proyecto en el que estamos
trabajando. Un proyecto entre socios, y ahora puedo decir, amigos. En un
comienzo pensamos que la diferente procedencia, historia, y estudios de cada
uno nos iba a dar visiones y capacidades diferente, y no podíamos estar más en
lo cierto. Cada uno de nosotros tiene un tipo de inteligencia diferente. Hay
situaciones en las que Adam encuentra la solución perfecta que ni Rodri ni yo
hubiéramos pensado. Hay problemas en los que soy yo el que da en el clavo y lo
resuelve. Y otros en los que es Rodri el que nos saca la papas del horno. Y lo
mejor de todo, es que son buena gente y hay respeto y comunicación constante
ante todo. Somos tres personas metidas en esto, hay opiniones dispares, pero
como el objetivo de los tres es el mismo, no es la persona más fuerte la que
gana, sino la mejor idea. No hay una persona más “fuerte”, ni hay ninguno que
tire para su propio lado. Las diferencias que surgen, se arreglan tan simple
como con una crítica y una charla. Los tres sabemos que toda crítica es
constructiva y que sólo está hecha para ayudar a mejorar.
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Así festejamos la noche en que cerramos el trato. |
Los tres salimos de nuestros
países sin más que una mochila y deudas. Hoy tenemos un proyecto en marcha sin
más techo que el que podamos ponerle nosotros, y a nosotros nos gusta el aire
libre. Juntos nos deslomamos y convertimos un edificio viejo, algo abandonado,
y con una gestión tan pobre que haría llorar a cualquier hotelero (o persona
con sentido común) en un espacio cómodo, lindo y agradable.
Y el hostel está acá, el
resultado se ve. Y eso lo logramos juntos. ¿Lo más importante de todo? El
hostel no es el proyecto, el hostel es tan sólo una parte del mismo. No sabemos
qué cosas van a venir en el futuro, pero sabemos que venga lo que venga, lo
vamos a enfrentar y vamos a seguir adelante con esto. El hostel es un escalón,
importantísimo, es la base de todo, pero no lo es todo.
Este año fue enorme, y recién
ahora lo veo. Cerré una etapa de confusión de un año y medio post-NZ. Procesé
todo al fin, entendí lo que fue el viaje, entendí lo que significó para mí, y
ordené en mi cabeza toda la información que recibí, sobre la vida, sobre el
mundo y sobre mí. Aprendí que mi mamá tenía razón cuando de chico me decía
que yo podía ser quien yo quisiera ser.
Todas las barreras que tenía me las ponía yo mismo, o dejaba que una pequeña
cerca en el camino fuera un muro alambrado con torres vigías. Todas esas
limitaciones propias estaban puestas por mí. Todos tenemos la capacidad de ser
lo que querramos, pero no todos estamos dispuestos a dejarlo todo por ir a
buscarlo, o de esforzarnos para conseguirlo.
Viví una de las cosas más
internamente reveladoras y cambiadoras de mi vida como lo fue el ayahuasca,
algo para lo cual aún no tengo palabras, pero que a todos recomiendo que hagan.
Te cambia la vida, te cambia la perspectiva del mundo y de todo lo que nos
rodea, y te cambia la visión sobre vos mismo. No hay vuelta atrás. De todos
modos, ¿quién la querría?
Me recibí también, al fin. Después
de años de estudios y de postergarlo, al fin terminé un ciclo. Y sí, me siento
orgulloso por eso porque fue un logro personal. No hay nada más lindo como
proponerse algo, comprometerse, pelearla, y lograrlo al final.
Tuvimos también la increíble suerte de que se
agrandó esa hermosa familia que son mis amigos, con una nueva cuñada “oficial”
como Flor, y una nueva bebé hermosa con nombre de dios solar. Además por
supuesto de ver como tanto Sebi como Cami crecen hermosos, sanos, y con unos
padres increíbles.
Cientos de cosas pasaron, cientos
de relaciones se establecieron, cientos de puertas se abrieron, y cientos de
oportunidades se presentaron, y aproveché todas las que pude.
Así sentado en una sillita de
plástico junto al Quiosque do Miltão (dígase: Quioshqui do Miltáu), mirando la gente pasar, escuchando las
olas chocar, y viendo a lo lejos las fogatas de las macumbas bajo las
estrellas, me di cuenta que este año fue un año de, perdón por la expresión, de
puta madre.
Sé que el año que viene va a ser
duro, y lo digo esto en el buen sentido. Va a haber muchos desafíos, problemas,
dificultades, pruebas, los mismos altibajos de montaña rusa de siempre, y voy a
estar esperándolos a todos y cada uno de ellos para enfrentarlos y superarlos.
Sin ellos no hay ni crecimiento, ni aprendizaje, ni el postre al final tiene el
mismo sabor. ¿Quería aventura? Voy a tener aventura, una de las más grandes en
las que jamás me embarqué. Si antes no había seguridad, ahora no tengo ni un
viejo ebrio con un caniche sentado en la puerta con un uniforme de Prosegur y
armado con un palito de la selva. Pero el éxito depende de nosotros y de nadie
más, y puedo decir con poco margen de error, que ninguno de los tres está dispuesto
a dejarse vencer fácil.
Espero que hayan tenido un año
tan bueno como el mío, y que el que viene sea aún mejor. Mejor dicho, espero
que ustedes mismos hagan del próximo año, el año que quieran tener.