miércoles, 31 de diciembre de 2014

Cierre de año


Hoy hice algo que hacía rato no hacía. Salí a correr (no me refería a eso), y gracias a la muerte auto diagnosticada de mis gemelos, me senté en el posto 9 de Ipanema a tomar un agua de coco. Y me quedé tranquilo pensando (a esto me refería). La noche estaba calurosa sí, pero corría un vientito de mar hermoso.

Este 2014 fue un año loco, increíble pero loco. Si me pongo a pensar todo lo que pasó, y lo cuento, hay cosas que nadie las creería. Fue un año increíble, pasaron cosas que marcaron mi vida. Y no me refiero al mundial, eso fue probablemente lo de menos.


Sé, y sabía que estaba mal comparar, pero me era muy difícil no comparar este viaje al anterior. El comienzo de Brasil no fue lo que esperaba en lo más mínimo. Nueva Zelanda empezó con todo, todo era nuevo, todo era increíble, y lo “peor” fueron los últimos meses. Acá Brasil empezó complicado. Durante los primeros meses llevaba un diario, y todas las entradas coincidían con momentos bajos. Eran más de descarga que otra cosa, estaba total y absolutamente confundido. No sabía qué hacer con mi vida, no sabía que hacía en Brasil, el dinero que tenía no me iba a alcanzar para sobrevivir a la copa del mundo, y encima todavía no había cerrado, en lo personal, la etapa de NZ.

Por esto me refiero a que no había terminado de procesar todo lo que había pasado y los cambios en mí. Tenía un estado de confusión total. No sabía si seguir viajando, si volver a Buenos Aires, ni qué hacer con mi vida si en definitiva hacía eso.

Pero todo eso era necesario, sólo que muchas veces, uno no lo ve en el momento. Todo se ve mejor a la distancia, con mejor panorama. Y si bien en todo ese momento todo era difícil y hubo que remarla muchísimo, hoy al final del año veo que fue todo como tenía que ser.

Hay dos palabras que me llevo de este año: crecimiento y aprendizaje. Sé que voy a pasar mi vida entera con ellas, y eso es lo que quiero! No hay edad para ello. Nunca se es demasiado viejo para crecer y aprender, así como la juventud no implica que aún nada se haya aprendido. Yo puedo decir con toda seguridad que crecí más y aprendí más de lo que lo hubiese hecho quedándome 10 años más en BA.

Lejos de casa no tenés esa seguridad que te da el estar cerca de tu gente. Cualquier paso en falso puede ser caída y golpe, no siempre tenés alguien que te agarre. Y aún ya caído, no siempre tenés alguien que te de la mano para levantarte, pero a veces sí, a pesar de la distancia. Fui conociendo gente, fui haciendo amigos. Fueron parte de mi año, y sin duda lo serán el año próximo (y el siguiente, y el siguiente…).

Fue un año durante el cual, como dije antes, hubo que remarla muchísimo. Tuve que trabajar de noche en un trabajo que terminé odiando para poder pagarme una cama en un cuarto compartido en un hostel, y comida. Viví un mes en ese lugar, sin dormir, ya que volvía de trabajar a las 8 am, y al ser el cuarto compartido, siempre había alguien entrando, saliendo, haciendo ruido. Me acostumbre a no dormir, o a dormir algunas horas por día de forma interrumpida constantemente.

Es curioso como muchas cosas se van dando. Yo llegué a Brasil sin planes, ni dinero, ni nada. Agarre mis pocas pertenencias, las puse en un pañuelo rojo, até el pañuelo a un palo de escoba, y me fui de la vecindad.

En el Mirante Dona Marta con Rodri
Rodri llegó a Rio también sin planearlo, por seguir a alguien. Los dos caímos en el mismo hostel de casualidad, con algunas semanas de diferencia. A dos casas de ese hostel, vivía un tal Adam. Sin planearlo nos encontramos con un proyecto que causó una sociedad, y no al revés. Fue una sociedad espontánea y no hubiera salido mejor si la hubiéramos planeado.

No nos juntamos los tres y planeamos crear algo juntos, apenas nos conocíamos. Apareció un proyecto, Adam consideró que Rodri y yo eramos las personas indicadas para acompañarlo, y así nos largamos. Una vez más dejamos todo, incluyendo los trabajos que teníamos y nos la jugamos. Si bien nos conocíamos, no nos conocíamos tanto. Sólo hacía unos pocos meses que nos habíamos visto por primera vez, y creo que ninguno sabía que esperar del otro.

El universo nos juntó a base de “casualidades” y nos dio algo tan hermoso como este proyecto en el que estamos trabajando. Un proyecto entre socios, y ahora puedo decir, amigos. En un comienzo pensamos que la diferente procedencia, historia, y estudios de cada uno nos iba a dar visiones y capacidades diferente, y no podíamos estar más en lo cierto. Cada uno de nosotros tiene un tipo de inteligencia diferente. Hay situaciones en las que Adam encuentra la solución perfecta que ni Rodri ni yo hubiéramos pensado. Hay problemas en los que soy yo el que da en el clavo y lo resuelve. Y otros en los que es Rodri el que nos saca la papas del horno. Y lo mejor de todo, es que son buena gente y hay respeto y comunicación constante ante todo. Somos tres personas metidas en esto, hay opiniones dispares, pero como el objetivo de los tres es el mismo, no es la persona más fuerte la que gana, sino la mejor idea. No hay una persona más “fuerte”, ni hay ninguno que tire para su propio lado. Las diferencias que surgen, se arreglan tan simple como con una crítica y una charla. Los tres sabemos que toda crítica es constructiva y que sólo está hecha para ayudar a mejorar.

Así festejamos la noche en que cerramos el trato.

Los tres salimos de nuestros países sin más que una mochila y deudas. Hoy tenemos un proyecto en marcha sin más techo que el que podamos ponerle nosotros, y a nosotros nos gusta el aire libre. Juntos nos deslomamos y convertimos un edificio viejo, algo abandonado, y con una gestión tan pobre que haría llorar a cualquier hotelero (o persona con sentido común) en un espacio cómodo, lindo y agradable.

Y el hostel está acá, el resultado se ve. Y eso lo logramos juntos. ¿Lo más importante de todo? El hostel no es el proyecto, el hostel es tan sólo una parte del mismo. No sabemos qué cosas van a venir en el futuro, pero sabemos que venga lo que venga, lo vamos a enfrentar y vamos a seguir adelante con esto. El hostel es un escalón, importantísimo, es la base de todo, pero no lo es todo.

Este año fue enorme, y recién ahora lo veo. Cerré una etapa de confusión de un año y medio post-NZ. Procesé todo al fin, entendí lo que fue el viaje, entendí lo que significó para mí, y ordené en mi cabeza toda la información que recibí, sobre la vida, sobre el mundo y sobre mí. Aprendí que mi mamá tenía razón cuando de chico me decía que  yo podía ser quien yo quisiera ser. Todas las barreras que tenía me las ponía yo mismo, o dejaba que una pequeña cerca en el camino fuera un muro alambrado con torres vigías. Todas esas limitaciones propias estaban puestas por mí. Todos tenemos la capacidad de ser lo que querramos, pero no todos estamos dispuestos a dejarlo todo por ir a buscarlo, o de esforzarnos para conseguirlo.

Viví una de las cosas más internamente reveladoras y cambiadoras de mi vida como lo fue el ayahuasca, algo para lo cual aún no tengo palabras, pero que a todos recomiendo que hagan. Te cambia la vida, te cambia la perspectiva del mundo y de todo lo que nos rodea, y te cambia la visión sobre vos mismo. No hay vuelta atrás. De todos modos, ¿quién la querría?

Me recibí también, al fin. Después de años de estudios y de postergarlo, al fin terminé un ciclo. Y sí, me siento orgulloso por eso porque fue un logro personal. No hay nada más lindo como proponerse algo, comprometerse, pelearla, y lograrlo al final.

 Tuvimos también la increíble suerte de que se agrandó esa hermosa familia que son mis amigos, con una nueva cuñada “oficial” como Flor, y una nueva bebé hermosa con nombre de dios solar. Además por supuesto de ver como tanto Sebi como Cami crecen hermosos, sanos, y con unos padres increíbles.

Cientos de cosas pasaron, cientos de relaciones se establecieron, cientos de puertas se abrieron, y cientos de oportunidades se presentaron, y aproveché todas las que pude.

Así sentado en una sillita de plástico junto al Quiosque do Miltão (dígase: Quioshqui do Miltáu), mirando la gente pasar, escuchando las olas chocar, y viendo a lo lejos las fogatas de las macumbas bajo las estrellas, me di cuenta que este año fue un año de, perdón por la expresión, de puta madre.

Sé que el año que viene va a ser duro, y lo digo esto en el buen sentido. Va a haber muchos desafíos, problemas, dificultades, pruebas, los mismos altibajos de montaña rusa de siempre, y voy a estar esperándolos a todos y cada uno de ellos para enfrentarlos y superarlos. Sin ellos no hay ni crecimiento, ni aprendizaje, ni el postre al final tiene el mismo sabor. ¿Quería aventura? Voy a tener aventura, una de las más grandes en las que jamás me embarqué. Si antes no había seguridad, ahora no tengo ni un viejo ebrio con un caniche sentado en la puerta con un uniforme de Prosegur y armado con un palito de la selva. Pero el éxito depende de nosotros y de nadie más, y puedo decir con poco margen de error, que ninguno de los tres está dispuesto a dejarse vencer fácil.

Espero que hayan tenido un año tan bueno como el mío, y que el que viene sea aún mejor. Mejor dicho, espero que ustedes mismos hagan del próximo año, el año que quieran tener. 

sábado, 4 de octubre de 2014

Stairway to Hostel


Lo que no conté en el post de cierre de "Facu va al Mundial", principalmente porque todavía no se me había ocurrido, es que sí voy a seguir escribiendo (eso sí se me había ocurrido), pero que lo que escriba va a ser subido acá. ¿Por qué? 

En un punto quise empezar a tomar más en serio lo de la escritura, creé una página (www.thekiwilife.com.ar, y después www.facuvaalmundial.com.ar), creé páginas en facebook, y ahí fue que comencé a cambiar mucho la forma de escribir. 

Entonces pensé que quizás lo mejor sería volver a manejarme como antes, y así, tal vez, volver a escribir como antes. Es por eso que decidí volver a escribir acá, en mi vieja página, donde sólo entraban amigos y familiares, y volver a escribir para ellos, en vez de intentar captar nuevos lectores.  Y así entonces abro una nueva etapa (o una vieja?) con algo pequeño que surgió hoy mismo. Y así me siento como si volviera al pueblo pequeño de donde salí, después de fracasar en la gran ciudad.

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Stairway to Hostel


Después de tan sólo 4 horas de sueño, gracias a la gentileza de las dos Paulistas (chicas de São Paulo) que volvieron a las 4:20 de la madrugada y se quedaron una hora por reloj pelotudeando en el deck del hostel obligándome a quedarme despierto, ni la taza gigante de café que me tomé antes de salir ni el hecho de que mi compañera llegó temprano por primera vez en la historia permitiéndome salir por primera vez en hora (aunque este hecho fue tan sorprendente que no estaba preparado y terminé saliendo 10 minutos tarde de todas formas), no hicieron que el sentimiento de desolación al pararse en la base del morro y mirar hacia arriba viendo todo lo que aún quedaba por subir, menguara en lo más mínimo.

Vidigal está en la ladera de un morro, como casi todas las favelas de Rio (quizás por eso las negras tienen culos gigantescos y piernas que doblan las mías), y nuestra casa (el hostel) está en la calle más alta de todas. Está tan arriba que detrás nuestro sólo tenemos el bosque y más arriba una pared de roca vertical. La base del morro, está sobre la Av. Niemeyer, que es la costanera. Más allá de ella, a veces algunas casas, a veces un risco, a veces una playa, y detrás de todo esto, el mar, el hermoso hermoso mar. Ahhh como me gusta.


Aún me niego a tomar los mototaxis que suben y bajan a velocidades inconcebibles por las calles de la favela zigzagueando en subida y en bajada, esquivando autos, camiones, y personas. Es muy fácil morir en una favela, y no por actos de violencia, sino porque al desorden caótico del tráfico de Rio de Janeiro, se le suman las calles serpenteantes con esquinas escondidas y en altura, sin semáforos, sin control, y sin veredas. Los mototaxis cuestan sólo 2 reales, pero si multiplicamos 2 reales por 25 días al mes da como resultado 50 reales por mes en mototaxis, lo cual puede ser invertido en más de dos kilos de carne de buena calidad (un asadito), una visita al Maracaná para ver al Flamengo, o comprar el par de zapatillas más feos de la historia, lo cual hice (y no por accidente, ni por estar ebrio). Además de eso tengo la confianza de que, con tiempo, me vaya acostumbrando a subir el morro estúpidamente empinado, y que en algún momento mis piernas no quemen como si estuviese escalando el Aconcagua a diario. Por el momento no veo ningún avance.

Pero al fin uno llega a casa, y con que se encuentra? Un set de escaleras. Y no escaleras normales, sino escaleras de favela, es decir, escaleras hechas por un manco con los ojos vendados, fuertemente anoréxico y con falta completa de empatía, ya que algunas escaleras son tan angostas que más de una persona no cabría en ellas. Son 3 pisos por escalera hasta el andar (es piso en portugués; mi portugués va mejorando rápidamente a expensas de mi español e inglés que se va volviendo más cavernícola) en donde están nuestros cuartos, y un piso más para llegar al andar donde está la cocina y la primera terraza. Pero una vez ahí, uno recuerda un par de cosas:

1)      La razón por la que uno está acá
2)      Que uno tiene un hermoso cuarto privado
3)      Que la vista desde la terraza justifica cualquier escalada. No hay nada más lindo que levantarse, prepararse un café, y mirar el mar, las islas, y la playa. O en lugar de eso, recibir amigos, abrir una horrible cerveza brasilera (se ve que sus dotes genéticos fueron enviados hacia el baile, la música y el fútbol, olvidando por completo cualquier arte gastronómico o de bebidas) y la bebemos como si fuese una Stoke Amber mientras mirás el paisaje.

Y entonces, es imposible no sentirse feliz.
PD: No puedo creer que algún vecino puso una hermosa composición en piano, en vez del tradicional funky o samba. Te amo vecino! 
Nota: No fue ningún vecino, fue la escuela de ballet de la ONG.

En primer plano el Hotel Sheraton, en segundo plano Vidigal.
Llegando a Vidigal, así se ve el resto de Rio. Eso es Ipanema y Leblón.


Desde la terraza del hostel. 


A mitad de camino de subida. 
Detrás nuestro, el bosque y el morro

Curiosidades de Río


Me parece a mí o me está diciendo que tengo un aire a Saldaña?

Este colectivo va lejos

Una esquina porteña, en una esquina carioca
Soy el orgulloso dueño de las zapatillas más feas del mundo (pero son cómodas)