Lo que no conté en el post de cierre de "Facu va al Mundial", principalmente porque todavía no se me había ocurrido, es que sí voy a seguir escribiendo (eso sí se me había ocurrido), pero que lo que escriba va a ser subido acá. ¿Por qué?
En un punto quise empezar a tomar más en serio lo de la escritura, creé una página (www.thekiwilife.com.ar, y después www.facuvaalmundial.com.ar), creé páginas en facebook, y ahí fue que comencé a cambiar mucho la forma de escribir.
Entonces pensé que quizás lo mejor sería volver a manejarme como antes, y así, tal vez, volver a escribir como antes. Es por eso que decidí volver a escribir acá, en mi vieja página, donde sólo entraban amigos y familiares, y volver a escribir para ellos, en vez de intentar captar nuevos lectores. Y así entonces abro una nueva etapa (o una vieja?) con algo pequeño que surgió hoy mismo. Y así me siento como si volviera al pueblo pequeño de donde salí, después de fracasar en la gran ciudad.
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Stairway to Hostel
Después de tan sólo 4 horas de
sueño, gracias a la gentileza de las dos Paulistas (chicas de São Paulo) que
volvieron a las 4:20 de la madrugada y se quedaron una hora por reloj pelotudeando
en el deck del hostel obligándome a quedarme despierto, ni la taza gigante de
café que me tomé antes de salir ni el hecho de que mi compañera llegó temprano
por primera vez en la historia permitiéndome salir por primera vez en hora
(aunque este hecho fue tan sorprendente que no estaba preparado y terminé
saliendo 10 minutos tarde de todas formas), no hicieron que el sentimiento de desolación
al pararse en la base del morro y mirar hacia arriba viendo todo lo que aún
quedaba por subir, menguara en lo más mínimo.
Vidigal está en la ladera de un morro, como casi todas las favelas de Rio (quizás por eso las negras tienen culos gigantescos y piernas que doblan las mías), y nuestra casa (el hostel) está en la calle más alta de todas. Está tan arriba que detrás nuestro sólo tenemos el bosque y más arriba una pared de roca vertical. La base del morro, está sobre la Av. Niemeyer, que es la costanera. Más allá de ella, a veces algunas casas, a veces un risco, a veces una playa, y detrás de todo esto, el mar, el hermoso hermoso mar. Ahhh como me gusta.
Aún me niego a tomar los
mototaxis que suben y bajan a velocidades inconcebibles por las calles de la
favela zigzagueando en subida y en bajada, esquivando autos, camiones, y
personas. Es muy fácil morir en una favela, y no por actos de violencia, sino
porque al desorden caótico del tráfico de Rio de Janeiro, se le suman las
calles serpenteantes con esquinas escondidas y en altura, sin semáforos, sin
control, y sin veredas. Los mototaxis cuestan sólo 2 reales, pero si
multiplicamos 2 reales por 25 días al mes da como resultado 50 reales por mes
en mototaxis, lo cual puede ser invertido en más de dos kilos de carne de buena
calidad (un asadito), una visita al Maracaná para ver al Flamengo, o comprar el
par de zapatillas más feos de la historia, lo cual hice (y no por accidente, ni
por estar ebrio). Además de eso tengo la confianza de que, con tiempo, me vaya
acostumbrando a subir el morro estúpidamente empinado, y que en algún momento
mis piernas no quemen como si estuviese escalando el Aconcagua a diario. Por el
momento no veo ningún avance.
Pero al fin uno llega a casa, y
con que se encuentra? Un set de escaleras. Y no escaleras normales, sino
escaleras de favela, es decir, escaleras hechas por un manco con los ojos
vendados, fuertemente anoréxico y con falta completa de empatía, ya que algunas
escaleras son tan angostas que más de una persona no cabría en ellas. Son 3
pisos por escalera hasta el andar (es piso en portugués; mi portugués va
mejorando rápidamente a expensas de mi español e inglés que se va volviendo más
cavernícola) en donde están nuestros cuartos, y un piso más para llegar al
andar donde está la cocina y la primera terraza. Pero una vez ahí, uno recuerda
un par de cosas:
1) La
razón por la que uno está acá
2) Que
uno tiene un hermoso cuarto privado
3) Que
la vista desde la terraza justifica cualquier escalada. No hay nada más lindo
que levantarse, prepararse un café, y mirar el mar, las islas, y la playa. O en
lugar de eso, recibir amigos, abrir una horrible cerveza brasilera (se ve que
sus dotes genéticos fueron enviados hacia el baile, la música y el fútbol,
olvidando por completo cualquier arte gastronómico o de bebidas) y la bebemos
como si fuese una Stoke Amber mientras mirás el paisaje.
Y entonces, es imposible no
sentirse feliz.
PD: No puedo creer que algún
vecino puso una hermosa composición en piano, en vez del tradicional funky o
samba. Te amo vecino!
Nota: No fue ningún vecino, fue la escuela de ballet de la ONG.
En primer plano el Hotel Sheraton, en segundo plano Vidigal. |
Llegando a Vidigal, así se ve el resto de Rio. Eso es Ipanema y Leblón. |
Desde la terraza del hostel. |
A mitad de camino de subida. |
Detrás nuestro, el bosque y el morro |
Curiosidades de Río
Me parece a mí o me está diciendo que tengo un aire a Saldaña? |
Este colectivo va lejos |
Una esquina porteña, en una esquina carioca |
Soy el orgulloso dueño de las zapatillas más feas del mundo (pero son cómodas) |